Malou ha donado óvulos en dos ocasiones. | Santi Cogolludo
Las cifras son elocuentes: cada vez hay más problemas de fertilidad. Tanto es así, que una de cada cuatro parejas tiene dificultades para concebir y una de cada cinco mujeres necesitará el óvulo de otra para tener un hijo. En España, miles de jóvenes donan sus ovocitos, ya sea por dinero o por solidaridad. Una práctica que permite el nacimiento de cientos de niños cada año.
Por eso, afirma Marisa López-Teijón, especialista en reproducción asistida del Instituto Marqués de Barcelona, “donar óvulos es un servicio a la sociedad”. Y por eso, añade, “las chicas suelen estar muy comprometidas socialmente. Estudian Medicina, Enfermería o Farmacia y son también donantes de sangre y órganos”.
Así lo reveló un estudio realizado hace dos años por el Instituto Valenciano de Infertilidad (IVI) de Sevilla.
“La media es de 25 años, solteras y con estudios medios o altos y, en general, de la rama sanitaria”, comenta Manuel Fernández, director de este centro.
Malou, una joven mallorquina de origen holandés, se ajusta a ese perfil. Para ella “siempre han estado presentes las dificultades que tuvieron mis padres para tener hijos y los esfuerzos que realizaron para lograrlo”. Ella, que tiene ahora 24 años, donó en dos ocasiones cuando contaba con 20 y 21 años, empujada por el deseo de ayudar.
No sólo es por el dinero
Aunque tenía pensado retrasarlo algunos años, reconoce, “cuando llegué a Barcelona a estudiar y vi la compensación económica, me decidí a adelantarlo”. Recibió 900 euros por cada donación, como estipulan las leyes catalanas, aunque su motivación -subraya- “no era el dinero”.
La combinación de ambos factores (dinero y altruísmo) suele estar detrás de las donaciones. “El 85% lo hace por los dos motivos”, afirma Fernández. “Aunque hay casos curiosos -continúa- como el de algunas chicas que, después de todo el esfuerzo, han donado el dinero a una ONG o el de mujeres que ya han satisfecho su deseo de ser madres y donan sus óvulos porque les parece muy importante”. Y también, claro, el de aquellas que sólo lo hacen por el dinero (un 7%).
“Y qué”, subraya Malou. “No me parece mal, porque al final acabas ayudando y, además, es una cantidad que te puede sacar de un apuro pero poco más. Y no es tan alta si tenemos en cuenta el esfuerzo que hay que hacer”. Varias semanas de análisis exhaustivos, tratamiento hormonal y, finalmente, la extracción de los óvulos.
Muchas parejas a las que ayudar
Receptoras no van a faltar. “El 20% de las parejas tiene problemas de esterilidad”, indica el director del IVI Sevilla. “El principal motivo es elretraso de la maternidad casi una década y este factor [la edad] es, además, la primera causa para necesitar un óvulo donado”.
En esta clínica andaluza, se producen unas 400-500 donaciones cada año (en la media alta del país) y el número de receptoras es similar -hace unos años la balanza estaba desequilibrada en favor de las últimas-. En todo el país son miles. No en vano, “España es el país que más donaciones hace debido a tres factores -explica Fernández-: nuestras leyes; las leyes de los países vecinos, que son muy restrictivas; y la calidad de nuestros procedimientos”.
Por eso mujeres de toda Europa vienen a nuestro país para someterse a estos tratamientos. “La clave es el anonimato, que en otros sitios, como el Reino Unido, no se garantiza”, señala el experto andaluz. “Eso ha provocado que las donaciones, tanto de óvulos como de esperma, prácticamente desaparezcan y que la gente tenga que desplazarse para conseguirlo”.
Un proceso cada vez más seguro
Básicamente, “es como una fecundación ‘in vitro’, aunque la donante sólo se somete a la primera parte”, explica Fernández. En primer lugar, el ciclo menstrual de ambas (donante y receptora) tiene que ponerse al mismo ritmo, cosa que se logra mediante anticonceptivos orales. Una vez acompasados, la que aporta los óvulos recibirá inyecciones subcutáneas diarias durante dos semanas para estimular el crecimiento de los folículos.
Antes, existía el riesgo de la hiperestimulación ovárica pero hoy en día ya no se utiliza la hormona que lo provoca [HCG, hormona gonadotropina coriónica] y las complicaciones que aparecen son leves y similares a las del síndrome premenstrual.
Después de la estimulación de los ovarios, llega el momento de la extracción, que se realiza con la paciente sedada y dura unos 10-15 minutos. “No es un proceso de riesgo”, apunta López-Teijón. “No duele, pero tampoco es algo divertido”, añade Malou.
“Después, lo único que me dijeron es que ningún embarazo llegó a término”, explica esta joven. En su caso, no hubo suerte. “Cuando me enteré de que no habían funcionado, me sentí un poco decepcionada y me planteé volver a hacerlo”, confiesa. “Ahora mismo no lo haría, por motivos personales, pero no lo descarto en un futuro”.
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