Hace algún tiempo, tomando un taller de herramientas para la educación a distancia, escuche de un experimento realizado entre alumnos, el cual consistía en un examen que media las habilidades intelectuales de cada participante, se eligieron a los alumnos de menor rendimiento, pero tanto alumnos como profesores, se les informo que los alumnos poseían capacidades creativas e intelectuales con muchísimo potencial. Los profesores al saber que estaban a cargo de alumnos sobresalientes, pusieron mayor enfoque, brindándoles mejores contenidos y su disposición para resolver dudas, en cuanto a los alumnos, se supieron capaces y se comprometieron consigo mismos para lograrlo.

Al termino del ciclo escolar los alumnos del experimento obtuvieron las mejores notas, pero sobre todo adquirieron la confianza para realizar cualquier cosa. Y es que es tan común escuchar a nuestros pequeños decir “no soy bueno en esto o aquello” que es tan necesario reforzar su autoestima y confianza desde pequeños, en el kínder de mi hijo mayor cada mañana repetían: “Yo me quiero, Yo me cuido, Yo me respeto, Soy Maravilloso y Puedo lograrlo todo”.

Ya que las palabras tienen un poder para elevar o destruir, busquemos las mejores para motivarnos y motivar a nuestros hijos diariamente y considerando todo lo que ha implicado la pandemia por la que un atravesamos, es muy importante desarrollar una crianza respetuosa que fomente valores y actitudes positivas que puedan generar resiliencia en los pequeños a nuestro cargo. Hablemos en positivo, evitemos decir que no, hablemos con la verdad y tratemos a los demás con respeto, nuestro ejemplo siempre perdurara. Y si pierdes el control es necesario buscar ayuda, no estamos solas, existen instituciones, sesiones en grupos, profesionales capacitados, que pueden orientarnos, darnos consejos y herramientas necesarias para mejorar el trato con nuestros hijos. Si bien no es una tarea sencilla, podemos encontrar el camino para disfrutar y transmitir conocimientos y experiencias que serán de gran utilidad para nuestros hijos. Y para que lo logren nuestros hijos, es necesario que lo logres tú, si podemos.

Nos leemos pronto.

Esther E. Gil Hernández

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