A menudo los padres nos olvidamos de la influencia de las emociones de nuestros hijos en su salud, presente y futura. Con frecuencia consideramos las emociones de nuestros hijos como caprichos o manipulaciones, ignorándolas, exigiéndoles que las controlen (aún cuando nosotros mismos no hemos aprendido cómo hacerlo) o pretendiendo cambiarlas. La verdad es que el impacto que tienen nuestras emociones en nuestra salud, va mucho más allá de lo que normalmente pensamos.
Recientemente asistí a unas jornadas tituladas “Dolores sin lágrimas: aproximaciones al dolor psíquico vivido por el cuerpo”, organizadas por la Asociación Creando Salud. Si bien estas jornadas no estaban dirigidas a padres, en prácticamente todas las conferencias se discutió el vínculo que existe entre la relación de la madre con el bebé recién nacido y el desarrollo de las llamadas “enfermedades psicosomáticas”. Cuando el bebé no obtiene respuesta a sus necesidades físicas y emocionales a través del contacto amoroso de su madre, no logra crear el vínculo necesario para construir los símbolos mentales que le permitan manifestar sus ansiedades. Al carecer de estos símbolos, el bebé busca cómo liberarse de sus angustias manifestándolas a través de su cuerpo.
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Sobre ello, la Escuela Psicosomática de París señala que el psicosomático está caracterizado por una “insuficiencia en la mentalización” que le impide la expresión psíquica de sus conflictos a causa de un desamparo inicial producto del vínculo con una madre narcisista que promueve un vacío psicológico, en el cual se impide el despliegue del espacio simbólico de la fantasía y abre el camino a la acción directa corporal. Al no ser atendidas las señales indicadoras de sus deseos, el bebé las paraliza y produce respuestas corporales patológicas que equivalen a los primeros síntomas psicosomáticos.
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¿Qué significa todo esto para nosotros como padres? Pues a mi entender, significa que debemos tener mayor conciencia de la importancia que tienen nuestras acciones, gestos y palabras para el desarrollo integral de nuestros hijos. Dedicarle tiempo y amor a nuestros bebés no es malcriarlos ni consentirlos, sino la mejor forma de garantizar una excelente salud para ellos en el futuro.
En la medida que las madres modernas entendamos el importante rol que jugamos en la sociedad, y dejemos de luchar contra nuestros instintos, entendiendo que el tiempo que pasamos con nuestros bebés es sagrado y no una pérdida de tiempo, entonces estaremos criando/creando una sociedad más sana tanto emocional, como físicamente.
Para finalizar, comparto con Uds. una cita del pediatra y psicoanalista inglés D. W. Winnicott, que copié de una de las presentaciones y me pareció impactante:
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