18 Nov · Malanie Fajre · 2 Comentarios
El niño recién llegado a “este mundo” experimenta cambios muy impactantes y difíciles de asumir en su primera etapa. Es importante crearle una atmósfera adecuada para este difícil tránsito.
A continuación se presentan algunas sugerencias para favorecer este proceso.
El parto es un evento que te deja exhausta no sólo a ti mamá, sino también al recién nacido. El requiere a veces, meses para recuperarse de esa profunda “herida” de nacer. Para adaptarse necesita de la acogida que, sobre todo, la leche materna y el amor de su madre pueden darle. La sensación de calor interno y devoción que una madre siente por su bebé al amamantarlo lo confortan y son de igual importancia para su crecimiento y desarrollo. Uno puede percibir como el pequeño es prefundido de un intenso bienestar con cada sorbo de leche materna, un intenso placer lo prefunde por entero, es como si lo saboreara con todo su cuerpecito. Es un momento íntimo, para ser vivido sin interrupciones y tratando de dejar otras preocupaciones de lado, son instantes preciosos en la vida de tu hijo que no se repetirán. Es una ocasión ideal para ir conociéndolo.
La principal tarea del papá en esta etapa, importantísima por cierto, es brindar apoyo y sostén a su pareja en este momento de exigencia para ella, colaborando con lo que pueda en el cuidado del bebé, pero por sobre todo dándole apoyo interior. Hay que entender que el ánimo de la mamá puede ser un poco inestable al principio. El nido requiere un ambiente cálido y armónico para que el “pequeño” pueda crecer sano.
El niño es un ser muy afín con el calor. El calor el recién nacido no puede regular aún bien su organización calórica. Requiere que se le ayude en este sentido, abrigándolo de modo suficiente. Él experimenta un gran displacer con el frío. Es errada la creencia de que el exponerlo al frío los hace más resistentes y que hay que acostumbrarlos. De ese modo se daña su organización calórica, que es una de las manifestaciones físicas de nuestra individualidad espiritual. Lo ideal es tenerlos por lo menos con una o dos capas más de ropa de lo que necesita uno. Siempre hay que observar la temperatura de sus pies y manitos. Debiéramos cuidar de que estén calentitos. La cabecita siempre tiene que estar abrigada. Incluso en el verano un gorrito de algodón es necesario. Que cubra la cabeza hasta la región de la nuca. La cabeza es una superficie donde el recién nacido puede perder mucho calor.
La ropa del bebé es aquello que constituye como una segunda piel para él. La entidad anímico-espiritual del pequeño aún no está muy “encarnada”. El, por ejemplo ni siquiera es capaz de mover voluntariamente su cuerpo; sólo irá adquiriendo estas destrezas gradualmente e irá despertando de la misma manera a lo que le ofrece el mundo. Por ello él se experimenta mucho en la periferia, por ejemplo, en el tacto y en lo que envuelve. Las fibras naturales le pueden brindar un cobijo de una naturaleza muy distinta a la de las sintéticas, incluso si la prenda no estén en contacto directo con la piel, no hay que olvidar que, sobre todo en el niño pequeño, su verdadera “piel” va mucho más allá de su piel física.
Uno puede experimentar el calor cálido que da la lana 100% natural, a diferencia del calor del polar y similares sintéticos, que dan la sensación de “cocinar”.
El bebé es tremendamente perceptivo a estas cualidades sutiles, por lo que es muy recomendable que usemos sólo algodón, seda, lana y lino, todo con un 100% de pureza.
Es fundamental que los movimientos que uno haga al mudar al bebé o al cambiarlo de ropa, sean muy suaves y armónicos. Toda esta tranquilidad, también tiene que ser una manifestación de una calma interior que es el estado anímico apropiado, para acercarse a él.
En el cuidado de la piel lo principal es dejar que ella se mantenga lo más protegida posible de manera natural. Es decir no hay que bañar de recién nacido más que una vez por semana. O si se quiere, se puede evitar el baño y sencillamente asearlo con pañito de algodón húmedo. En esta etapa no se necesita el uso de jabones, ni shampoo. El aceite de caléndula es mejor que la vaselina para aplicar sobre el cuerpecito necesita que lo toquen y el contacto piel a piel le genera bienestar y confianza, además de promover su desarrollo .Los momentos de aseo, en un ambiente temperado y con las manos de adulto calentitas, son las ocasiones ideales para lograrlo este vital acercamiento.
El recién nacido aún está con sus órganos sensorios en un estado bastante primitivo no distingue bien formas, colores o matices en los sonidos, etc. está sumergido en sus procesos metabólicos como el hambre, el bienestar de haberse alimentado, el sueño el frío y el calor. Sus sentidos aún no constituyen verdaderas ventanas por donde poder “mirar” el mundo de manera clara y precisa. Sus percepciones son toscas. Pero a la vez lo inundan por completo. Cada percepción, cada sensación él la siente con su cuerpo entero. Este hecho se puede ver claramente en su forma de reaccionar siempre como un todo. Desde la fisiología ya se nos indica que no es el momento para proveerle una diversidad de estímulos sensorios. Es deseable que el ambiente que rodea al recién nacido sea armónica, tranquilo, sin sonidos o ruidos artificiales, con colores suaves y una temperatura agradable. En los momentos que esté despierto e interactuando, él necesita que se le hable, pero sobre todo que se le cante. Esto no significa ponerle música e un CD. Necesita de voz humana, previendo de un ser humano real, que se dirige a él.
El pequeño recién llegado, necesita dormir, bien y mucho. Sólo debiera despertarse para tomar pecho y luego habría que dejarlo sumido en ese reparador elemento, que va permitiendo un tránsito gradual a este mundo de la vigilia. El sueño de niño necesita ser reparador. Para ello en el lugar donde ésta su cuna debe reinar el silencio, o si se tiene suerte el canto de los pajarillos y los sonidos de naturaleza. Nunca la TV o l radio. Estos ruidos de fondo no permiten un sueño profundo le resta las fuerzas formativas dadas por el. Tampoco deberíamos exponerlos a esta clase de ruidos durante sus ratos de vigilia, ya que esto va en contra de su naturaleza. El despertar también se lo debemos procurar de una manera gradual. Intentar evitar una iluminación fuerte en sus momentos de despertar.
La posición recomendada para dormir es de espalda o de lado. Nunca dejar al bebé durmiendo de guatita.
El sueño también debe ser cobijado al igual que las cortas estancias en vigilia en la cuna por un velo. Como hacían nuestras bisabuelas. Un velito sobre la cuna, de gasa, en lo tonos del lila, o seda en dos capas, la interior de un rojo suave y la exterior de un azul, le da recién nacido un espacio más protegido, donde se siente contenido. Es un buen elemento también de transición desde el amparo cálido del vientre materno, a tener que vivir en un mundo que se extiende de manera demasiado amplia y que a él aún no le corresponde abarcar. La cuna no debe ser muy grande. Debe sentirse contenido en ella, como en un nido.
El pequeño tiene percepciones poco precisas, por no estar bien aún bien dentro de su cuerpecito con su entidad anímico espiritual, es muy influenciable por lo que lo rodea. Un elemento que hay que tener en cuenta es la electricidad. Ella irradia fuerzas en su entorno que pueden desgastar las fuerzas vitales de un niño, si se lo deja demasiado cerca durante un tiempo considerable. Por ello es recomendable disponer la cuna, de modo que no quede al lado de una pared por donde circula la electricidad.
Por lo ya dicho, el lugar ideal de estancia para un recién nacido es su hogar. No puede haber compromisos más importantes que él. El estar llevándolo de casa en casa o peor aún de tienda en tienda lo desarmonizan y lo sacan de sus necesarios ritmos cotidianos del hogar. Él no está preparado aún para conocer el mundo, ni mucha gente, que quiere tomarlo y hacerle gracias, él esta aún en la transición hacia este mundo. El bebé requiere un respeto sagrado.
(Texto Proporcionado por la Doctora Pediatra Karina Vaca Zeller)
Fuente: El artículo fue obtenido de la web www.bborganico.cl
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